CAIGO SOBRE UNAS MANOS *Antonio Gamoneda*



Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.

Madre:
era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.

A veces, cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío el mundo, 
alguna vez, sube el olvido aún al corazón.

Y me arrodillo a respirar sobre tus manos.
Bajo y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; 
y la noche viene otra vez, viene otra vez.
                                                      
Descanso de ser hombre, descanso de ser hombre.

Comentarios