para entrar en tu corazón.
No supe cómo me sucedía.
Sólo intuí -pero no quise interpretarlo-
algún obscuro signo: la escritura
similar al insomnio y el ensueño
igual a la escritura,
evitar a mis años la amenaza
ingenua del horóscopo o negarme
tres veces mi espejismo
en un espejo roto a medianoche.
Aún ahora no acierto a comprender
a dónde huyó la Sombra,
cuándo venció el Pirata,
si se hundirá la Isla,
pero escucho mi adiós a aquella tierra
y como un niño en el exilio llamo mi país
y como un niño en el exilio llamo mi país
a esa roja víscera autista, el corazón,
tu corazón de nunca jamás.
tu corazón de nunca jamás.
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