Juntos en cierta lucidez y varios desprecios,
miles de papeles, los nuestros,
y siempre el pesado bagaje de aquella fiesta.
Miles de papeles, los nuestros,
nunca el del buen samaritano,
no tuvimos manto suficiente,
mucho menos podíamos ofrecerlo
a través de años y países.
La misma soberbia de demoledores de panteones,
el seductor relato de nuestra memoria
y en mí, el nombre de los que he elegido entre ustedes,
que no dejo de repetir, para gloria de críticos,
dolor de resentidos y furia de olvidados,
en cuanto me ilusiono con ser escuchada
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