Cuando seas muy vieja y yo me haya muerto,
descubrirás una tarde las horas especiales,
el aroma de los soles ponientes,
lo profundo oscuro del aire
anochecido en las calles sin retorno
Vagarás eternamente en busca del espejo
que devuelve instantes felices
-de azul el mar en nuestra carne sol y deseo-
Ante la muerte del tiempo en el cristal,
oirás las músicas que nos drogaron,
los ruidos cotidianos que nos resucitaban
deslices de aguas de jabón,
hacia simas terribles.
Cajas de música, postales cerebrales,
y en el espejo fijo, el spot de nuestra vida,
con dentaduras blancas y pieles doradas,
Jóvenes, antiguos, felices, invencibles.
Mas no dejes que oscurezcan tus ojos
y el espejo extinga su realidad y tu deseo,
porque te verías vieja y solitaria,
con los ojos dormidos por la angustia.
El viento que se lleva las hojas de un otoño horroroso
Cuando seas muy vieja y yo me haya muerto,
rompe espejos, retratos, recuerdos.
Ponte bragas de corista, diadema de acanto.
Sal desnuda al balcón y méate en el mundo,
antes que te fusilen las ventanas cerradas.
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