EL OCASO DE LOS DIOSES *Francisco (Paco) Urondo*



No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos,
en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren
reiniciar las maderas de la adolescencia.

Pero todo está abandonado, 
no hay nada que pueda favorecernos; 
ningún aire de inconsciencia, 
ningún reino de libertad. 
Sólo hábitos tolerantes 
haciendo crujir nuestra memoria. 
"Ha estado bien", decimos.

Dueños del incendio, 
de la bondad del crepúsculo, 
de nuestro hacer, 
de nuestra música, 
del único amor incoherente; 
soberanos de esa calle donde los tactos 
y la impresión hicieron su universo.

Las sombras acarician aún sus veredas, 
tu mismo nombre y tu gesto, 
son una forma nocturna que
en esa constelación crece 
y sabe enrostrar nuestra culpa.

Y todo termina con una esperanza, 
con una dilación -"ha estado bien"-, 
o en un bostezo, o en otro lugar 
donde es menester el coraje.

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