EL TELÉFONO *Pedro Salinas*




Estabas muy cerca. Sólo
nos separaban diez ríos,
tres idiomas, dos fronteras:
cuatro días de ti a mí.
Pero tú te me acercabas
—circos azules del aire—
con el tonelete blanco,
en la mano el balancín,
sonriente en el alambre.
Por el alambre, en la noche,
sin ver nada, te acercabas,
a oscuras, derecha, a mí.

Me decías: «Aquí estoy.
Aquí.»
Me llegabas,
en alambre, por tu voz.
El mundo era, aquí, tu voz.
¡Qué ojos sin color, qué boca
sin trazo, qué carne ausente
de lo blanco, de lo rosa,
qué tú deshecha, tu voz!
Te empezabas a morir
en la soledad, de noche,
de distancias, de no ver.
En ser ya sólo una voz,
desde lejos, por el aire,
te empezabas a morir.
Y todo, todo en el aire,
tú en unas tierras, aquí,
yo en unas tierras, allí,
tan de color de distancia,
tan azules que eran cielos.
Todo por el aire: aquel
jirón tan desesperado
de ti, tu voz, por el aire.

Por el aire los alambres
en donde ibas a callar.
En donde ibas a morirte.
Porque no te morirías,
ninfa ahora, en fabulosa
hierba de mito. Sí en cama
de acero tenso, en alambre,
por el aire,
al callar te morirías,
tú, vividora en tu voz.

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