en el patio de atrás
de una casa muy grande,
oreando el rencor con los brazos en alto
y el dolor de los siglos en los hombros.
Nosotras,
estirando este rencor tan blanco,
dejando que todo el sol del mundo lo atraviese.
Nosotras,
vigilando el fuego de otros,
cocinando los huesos de otros
para hacer esta sopa
que a otros servirá de alimento.
¿Y qué tenemos nuestro
más allá de estos dedos
que bailan alrededor
del cuello de las bestias,
de estos dedos que matan
con un movimiento rápido, preciso,
y cocinan lo muerto
para dar de comer a una estirpe maldita?
Nosotras
y el rencor que se tiende
en los patios traseros de las casas.
Nosotras:
¿para cuándo otras manos,
otra historia, otra estirpe?
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