en vez de perlas blandas e inocentes de agua,
fuera lanzas de acero invertidas,
como en la paz de Breda,
que matan aún de pie, apuntando al cielo.
El diluvio se adensa,
el cauce y los desagües se desbordan
y la riada saca a flote todas las tristezas
que creímos ordenadas, camino del olvido,
en el sótano de casa.
La pena nos zarandea y lleva, nos arrastra,
como un ramo de lirios en el río,
con los tiernos juguetes
de la infancia lejana de los hijos,
los libros de poemas, tan pálidos y tristes;
octavillas llorando tinta negra,
las fotos sonriendo a la esperanza
aquel Primer de Mayo, jugándonos la vida
a saltos por las calles.
Los dioses ilegibles que fuimos yacen muertos,
varados en el lodo,
los íntimos enseres de mortaja.
Elvira Daudet , grande donde las haya. Un abrazo.
ResponderEliminarSe echa en falta un reconocimiento mucho más explicito, para con le poesía de la Daudet... pienso.
EliminarAbrazos.